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Japón: el lugar donde aprendí sobre el arte del wabi-sabi

María Milo nos platica sobre las riquezas y bellezas que descubrió durante su viaje a Japón
jueves, 18 de junio de 2020 · 13:50

El policía me devolvía mi pasaporte, dándome la bienvenida de vuelta a casa, mientras escuchaba a lo lejos sonidos familiares provenientes de las calles. Después de dos semanas, finalmente podía entender cada palabra escrita en los letreros, cada oración pronunciada por las personas a mi alrededor. Estaba de vuelta en casa. Aún así, mi mente seguía en el maravilloso Japón.

Me tomó un tiempo poder plasmar en papel mi amor y asombro por los japoneses y su país. No porque no sabía qué adjetivos usar o porque no tenía tiempo de escribirlo. Sino porque no podía entender cuál era ese encanto y esa alegría que tenía el extraordinario país de los templos shintoístas.

No sabía si eran las sonrisas cálidas en los rostros japoneses o el carácter pacífico de los ciudadanos. Pensé que podría ser la riqueza de sabores en cada bocado de comida, o los tranquilos paseos callejeros que realicé. Incluso podría haber sido la textura de las bebidas de matcha, o la sensación de experimentar olores y sonidos diferentes constantemente.

No fue fácil deducir el secreto que creó el encantamiento sobre Japón hace millones de años. El hechizo que ahora rodea cada rincón de este país. Me llevó mucho tiempo descubrir la receta. Al final me di cuenta de que en realidad se puede resumir en una palabra japonesa: wabi-sabi.

Wabi-Sabi en resumen significa, encontrar la belleza a lo largo de los altibajos de la vida cotidiana, aceptar el ciclo de vida de la naturaleza, del crecimiento, y la descomposición. Todo esto celebrando cada grieta y cicatriz que las batallas y glorias pueden dejar con el tiempo.

Esta palabra es lo que pensé que era el ingrediente secreto de los japoneses para crear una cultura auténtica y forma de vida única. El factor que me enamoró de este país y la razón por la que te recomendaría poner este destino en la cima de tu lista de viajes, sin dudarlo. Porque con mi experiencia puedo decirte que viajar a Japón no solo puede ser el viaje de tu vida, sino una forma de ampliar tu visión y panorama sobre cómo y por qué vivir la vida.

Antes de viajar a Japón, veía el país en mi mente como la tierra del sushi, teppanyaki, ninjas, kimonos y origami. Aunque todo esto en realidad forma parte de lo que constituye la cultura japonesa, viajé para descubrir que este país extraordinario tiene mucho más que ofrecer que lo que aparece en los comerciales, las películas, y las series de televisión.

Hablando sobre los aspectos que Japón puede ofrecer en el área de la gastronomía, me di cuenta de que la comida japonesa tal como la conocemos en el mundo occidental, no es nada en comparación con su cocina tradicional. Durante dos semanas probé infinidades de tipos de platos servidos en diferentes atmósferas. Comí sushi con infinitas variedades de pescados, incluso algunos que jamás había escuchado. Fui a un restaurante tradicional de shabu shabu, probé fideos soba picantes, castañas inmensas, y batatas moradas al vapor.

Experimenté en varios restaurantes de teppanyaki y compré cada creación de matcha que ofrecían las calles. Desde los tés matcha, hasta los helados soft serve, lattes, panadería, mochis y pasteles. Algunos superaron mis expectativas, otros no. Pero a pesar de esto, cada cosa comestible que compré durante mi estadía, tenían una cosa en común: wabi-sabi.

Los japoneses dominaron la habilidad de crear de dos o tres ingredientes simples una fiesta para mis papilas gustativas. Una explosión de sabores cada vez que premiaba a mi boca con comida. Porque ellos han aprendido cuándo, dónde y cómo crear belleza mientras trabajan con la naturaleza. Saben cómo vivir la vida sin pasar por encima o detrás de ella.

Hablando de tecnología, debo decir que me sorprendió cómo se ha implementado en la vida diaria de los japoneses. Desde tener el único robot autodidacta en el Museo de Ciencia e Innovación Miraikan, hasta ofrecer la opción de viajar por el país en el tren shinkansen. Digamos  que Japón debería de ser visto como la cuna tecnológica. En Tokio me sorprendí por completo cuando visité Akihabara, el barrio donde los videojuegos gobiernan las calles. Ahí conocí las cabinas fotográficas más avanzadas que jamás había visto.

Mi parte favorita de mi estadía en Tokio fue un museo de arte ubicado en una isla artificial hecha de desechos llamada Odaiba. El museo presenta el arte y la tecnología fusionados, creando como resultado un espacio interactivo inolvidable, lleno de aventuras inesperadas. Cosas como caminar dentro del agua colorida, saltar en un enorme trampolín espacial, caminar sobre pisos inestables y entrar a una habitación llena de enormes pelotas de playa, fueron algunas de las actividades que experimenté en este museo. Una vez más, los japoneses lograron crear magia y construir, con sus viejos y nuevos descubrimientos, un futuro que ahora ha comenzado a tener lugar en las calles de su capital.

Siempre he sido una persona que disfruta de espacios al aire libre y actividades deportivas. En este aspecto, Japón no me decepcionó en absoluto. Tokio ofrece enormes jardines con espacios para correr y caminar. Uno de ellos llamado Edo Castle, ubicado frente al palacio imperial actual.

Hakone, un pueblo ubicado cerca de la capital japonesa, me sorprendió con sus enormes montañas y árboles de cerezos, ya que ofrecían algunas rutas de senderismo maravillosas con impresionantes vistas del monte Fuji. También visité un museo de arte de espacio abierto donde contemplé algunas esculturas interactivas. Una colección de 300 piezas de arte de Pablo Picasso también estaba disponible para visitar. Todo esto mientras caminaba por las impresionantes montañas de este pueblo.

Shirakawago, una ciudad de cuento de hadas, ubicada dentro de lo que a la gente le gusta llamar los verdes y densos Alpes japoneses, me dejó con la boca abierta con su impresionante paisaje, su pueblo cautivador, y su forma de vida única. Ahora sé por qué ha sido llamado por la Unesco como parte del Patrimonio Mundial.

Japón no es solo un destino al que ya estoy esperando regresar. No fue solo un lugar que me ofreció experiencias culinarias extraordinarias, sitios arquitectónicos impresionantes, y un enorme campo cultural, enriquecido con tecnología y lecciones de las cuales aprender. Japón fue el país que me mostró que hay belleza en todas partes. Si sabes mirar puedes encontrar belleza en el rincón más remoto y en el detalle más insignificante. Y es entonces, cuando puedes hacer de tu vida, un show repleto de magia.

En este viaje me di cuenta de que no solo puedes encontrar belleza en momentos alegres y victoriosos, sino también en cicatrices y batallas perdidas. El lugar de nacimiento del sushi es donde aprendí que mientras experimentamos altibajos a lo largo de la vida, no debemos centrarnos en preguntarnos el por qué en cada situación. En cambio, deberíamos preguntarnos qué, cómo y dónde. ¿Qué podemos aprender de la batalla? ¿Cómo podemos hacer magia con eso? ¿Dónde podemos encontrar la belleza y las lecciones?

El sufrimiento y la sonrisa nos acompañarán durante todo el camino. Sin embargo, lo más importante es aprender que todo es temporal y al mismo tiempo significativo. Todo sucede por una razón y cuando aprendes a aceptar eso, puedes continuar con tu vida. Puedes como los japoneses han hecho, dominar el arte wabi-sabi.

Por María Milo

Instagram: @mariaamilo

Blog: María Milo