La rutina diaria, el exceso de trabajo, las pantallas, el tráfico y hasta las redes sociales nos tienen viviendo a mil por hora. El estrés ya se volvió parte del día a día y lo peor es que muchas veces lo ignoramos. Pero hay formas naturales de encontrar un poco de equilibrio sin necesidad de medicamentos.
Si sientes que todo te abruma, que no descansas bien o que tus niveles de energía andan por los suelos, tal vez tu cuerpo te esté pidiendo ayuda. Y antes de correr a buscar suplementos costosos, podrías darle una oportunidad a lo natural. La naturaleza guarda secretos muy poderosos.
Uno de ellos es la ashwagandha, una planta usada desde hace siglos en la medicina ayurvédica. No solo se ha vuelto popular en el mundo del bienestar por moda, sino porque realmente tiene efectos comprobados que ayudan a sentirte mejor. Acá te contamos por qué deberías considerarla.

¿Qué es la ashwagandha y cómo puede ayudarte?
La ashwagandha (Withania somnifera), también conocida como “ginseng indio”, es una hierba adaptógena. ¿Qué significa eso? Básicamente que ayuda a que tu cuerpo responda mejor al estrés, regulando los niveles de cortisol (la famosa “hormona del estrés”) y apoyando el equilibrio hormonal general.
Uno de los beneficios más interesantes de esta planta es su capacidad para reducir la ansiedad y mejorar el estado de ánimo. De hecho, un estudio publicado en Medicine en 2019 encontró que personas con altos niveles de estrés que tomaron extracto de ashwagandha durante 8 semanas reportaron una disminución significativa en sus niveles de ansiedad y fatiga, además de mejoras en la calidad del sueño.
Pero eso no es todo. También se ha investigado su efecto en el sistema endocrino, y varios estudios apuntan a que puede mejorar la función tiroidea, regular el ciclo menstrual y aumentar la fertilidad, especialmente en mujeres con desequilibrios hormonales. Esto la convierte en un gran aliado natural.
¿Cómo puedes consumirla?
La forma más común es en cápsulas o polvo. Si eliges el polvo, puedes mezclarlo en un licuado, con leche vegetal o incluso en una infusión. La recomendación más común es comenzar con pequeñas dosis (300 a 500 mg diarios), pero siempre es mejor consultar con un especialista en salud antes de incorporarla a tu rutina.