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Aspectos históricos de la alimentación en México y su relación con tus hábitos alimenticios y estilo de vida actual

La gran variedad de alimentos que conforman las bases de la alimentación mexicana se deben a la biodiversidad del país
domingo, 22 de mayo de 2022 · 09:00

Lamentablemente en décadas recientes, la globalización y sus consecuencias como la transición nutricional, la pérdida de la biodiversidad y la preferencia por alimentos ultraprocesados han desplazado el consumo de alimentos considerados tradicionales,  además la industrialización y la migración del campo a la ciudad ha modificado enormemente nuestros hábitos alimenticios y nuestro estilo de vida. 

Después de asentarse en Mesoamérica, los cazadores y recolectores lograron la domesticación de ciertas plantas como el chile, el maíz, la calabaza, el frijol, el tomate,  el amaranto y el jitomate; los cuales aún forman parte de nuestra alimentación. Por otro lado, el consumo de alimentos de origen animal se imitaba a la caza de guajolote, conejo, venado, iguana, rana, armadillo, insectos y pescado en zonas costeras. 

Además, el desarrollo de técnicas de cultivo como las chinampas y la milpa permitió el cultivo simultáneo. El frijol fija el nitrógeno en el suelo que es utilizado por otras plantas como el maíz, la calabaza y el tomate para crecer. Asimismo, el frijol contiene  aminoácidos esenciales que junto con los del maíz promueve la síntesis de proteínas con alto valor nutrimental. 

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Asimismo, considerando que la población mesoamericana no tuvo contacto con  productos lácteos hasta mucho después de la conquista, el principal aporte de calcio provenía de la nixtamalización del maíz. Es por esta razón que una gran proporción de  la población mexicana es intolerante a la lactosa. 

A partir de la conquista, a los ingredientes de la alimentación prehispánica se les añadieron el ganado vacuno, porcino, ovino, caprino, gallinas y huevos. Además de arroz, trigo, manzanas, naranjas, peras, duraznos y ciertas verduras. En el campo se cultivaba la caña de azúcar que sirvió como base para la producción de licores y postres en los conventos. 

Se comenzó a utilizar la manteca de cerdo y el aceite de olivo para cocinar platillos más elaborados que combinaban elementos prehispánicos y españoles como el chile en nogada, el mole y el adobo que servían como salsas para acompañar los nuevos  alimentos de origen animal. La cocina novohispana se desarrolló en los monasterios y en las cocinas de los virreyes y a partir de este momento se comenzaron a escribir las  recetas. 

Durante los años del México independiente, la alimentación de los mexicanos se vio influenciada nuevamente por la invasión Francesa y la llegada de Maximiliano de Habsburgo. Se crearon restaurantes, cafeterías, cantinas y chocolaterías al estilo europeo. 

Después de la revolución, la población comenzó a migrar de zonas rurales a zonas urbanas debido al crecimiento industrial, lo que modificó la alimentación y el estilo de vida. Para 1960, las enfermedades asociadas a la obesidad y a malos hábitos alimenticios comenzó a desplazar la desnutrición y las enfermedades infecciosas. Posteriormente, tras la apertura comercial global del país con el tratado de libre comercio, la alimentación de los mexicanos volvió a cambiar debido a la importación de productos ultraprocesados. 

Actualmente, los mexicanos consumimos 30% menos frutas y verduras, 40% más  bebidas azucaradas y 10% más hidratos de carbono simples que hace 15 años. El consumo de alimentos de origen animal también ha incrementado significativamente.  

La globalización y el desarrollo económico, permitieron el aumento de la expectativa de vida. Asimismo, disminuyeron los casos de enfermedades infecciosas y de mortalidad infantil. Sin embargo, en las últimas décadas, tanto la globalización como el desarrollo económico también han sido culpables del aumento en el consumo de alimentos ultraprocesados, cuyo consumo en exceso es el culpable del aumento en los casos de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, cáncer y enfermedades del corazón.

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