Saludable

5 bebidas deliciosas que sacian tu sed y te ayudan a perder peso

Los líquidos pueden ser muy efectivos a la hora de disminuir el hambre, sobre todos si son viscosos
sábado, 29 de agosto de 2020 · 09:30

¿Quién no quiere mantener su figura o perder unos kilos para sentirse mejor? La solución ,la mayoría de las veces, pasa por mantener una dieta durante un tiempo determinado hasta conseguir nuestros objetivos. El problema es que muchas veces estas dietas vienen acompañadas de ciertos momentos en los que se pasa un poco de hambre. Después de leer este artículo seguro que tendrás algunas soluciones que pasan por tomar algunos líquidos que no sólo saciarán ese hambre y además pueden ayudarnos a perder peso. 

Los procesos de adelgazamiento pasan muchas veces por tomar el control de nuestra ingesta de alimentos, y no sólo respecto a lo que comemos, sino con las cantidades, ahí es donde aparece en escena el hambre, de la que podemos diferenciar dos diferentes: por una parte la que hace que nuestra mente se encapriche y quiera comer aquellos alimentos que tenemos "prohibidos" y la relacionada con la reacción natural del cuerpo que emite señales de falta de alimento y que es producida por la hormona ghrelina, segregada por las paredes estomacales en función del contenido que haya en el estómago. 

Un estudio reciente de la Universidad de McGill de Montreal ha consistido en inyectar dicha hormona en personas sanas mientras estaban siendo sometidas a una resonancia capaz de ver que áreas de nuestro cerebro se activan después de enseñarles comida. Sacando como conclusión que el volumen de comida tiene más peso que cualquier otra sensación de satisfacción o ansiedad.

Contra el primer tipo de hambre se puede luchar simplemente con nuestra fuerza de voluntad, porque podemos sustituir nuestros deseos irracionales comiendo otro alimentos, pero el hambre fisiológica es más difícil de controlar porque la reacción del cuerpo tiene por objeto obligarnos a comer.

Un estudio del Instituto Bell de Salud y Nutrición y la Universidad del Estado de Pennsylvania, en Estados Unidos elaborado con mujeres sanas, de peso medio y que no seguían ningún tipo de dieta, para ver si su sensación de saciedad dependía del contenido calórico de las bebidas a base de leche que les hacían tomar o si, en cambio, dependía de la cantidad. La conclusión fue muy clara: El volumen de la comida tiene una mayor influencia en las sensaciones de satisfacción y saciedad que experimenta una persona, mucho más que el contenido calórico.

El problema es que los líquidos tienen una gran facilidad para atravesar nuestro estómago, pasando poco tiempo entre su entrada por el cardias (válvula de entrada al estómago situada en su parte superior) y el píloro (válvula de salida a partir de la cual empieza el duodeno). Por ello tenemos dos soluciones. La primera es ingerir una cantidad constante de líquido para mantener los niveles de ghrelina bajos y no alertar al cerebro de que tenemos el estómago vacío; la segunda, hacer que los líquidos, de alguna forma, se mantengan más tiempo entre las paredes estomacales.

Un estudio de la Universidad y Centro de Investigación de Wageningen, en Holanda,  explica que, aunque un mayor contenido calórico conlleva un paso más lento de la comida por el tracto gastrointestinal, la viscosidad de dichos alimentos es más importante para aumentar la sensación de saciedad.

Es por esto por lo que elementos líquidos pero que a su vez tengan algo de viscosidad son mejores para tener una sensación de saciedad.

¿Cuáles son los mejores?

Agua. Sí, la solución de toda la vida. Tiene muy fácil acceso y es necesario beberla en grandes cantidades (según un informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria -EFSA por sus siglas en inglés-, el mínimo deberían ser 2 litros al día las mujeres y 2 y medio los hombres). La pega es que nuestro cuerpo está diseñado para absorberla lo más rápidamente posible, por lo que durará poco tiempo en nuestro tracto digestivo, y su contenido calórico es nulo, por lo que nos saciará menos.

Jugos. Poco a poco han pasado de ser un elemento de desayuno a convertirse, además, en un tentempié de mediodía o tarde. Lo mejor que tiene es que aunque no son muy energéticos, sí que contienen suficientes calorías como para tener un efecto saciante aumentado. El mejor para este caso es el de manzana, y mejor todavía si contiene pulpa. Esto se debe a que esta fruta es rica en una molécula llamada pectina, que es un gelificante, por lo que al contacto con agua espesará lo suficiente como para que el contenido gástrico adquiera viscosidad.

Líquidos que parecen sólidos. Por ejemplo, la sandía, que es un 95% agua. El 5% hará que se forme un puré muy líquido en nuestro estómago, disminuyendo la velocidad a la que discurre por nuestro tracto digestivo.

Lácteos. La leche, por mal vista que esté la lactosa en estos últimos tiempos, es uno de los alimentos fundamentales y uno de los líquidos más nutritivos que existen. Además, nos saciará debido a la presencia de cadenas cortas de hidratos de carbono. Si queremos un extra, podremos aprovechar sus derivados como el kéfir, muy de moda ahora, que además mejorará nuestra flora intestinal al ser un probiótico.

Café y té. Clásicos de los desayunos y de las sobremesas, también pueden ser un método para reducir el hambre que nos acecha entre horas. Si les añadimos leche, además, el contenido calórico de esta nos saciará incluso más todavía.