El 8 de junio la cocina mundial cumple siete años con la ausencia del chef, conductor de TV y escritor Anthony Bourdain. Hijo predilecto del noreste estadounidense, sus libros y episodios en los que recorría las cocinas del mundo aún resuenan en la memoria de cocineros, aficionados y colegas en los cinco continentes.
Su aprendizaje en el Instituto Culinario de América, y su paso por diversos restaurantes de Nueva York, le dieron en el año 2000 la idea de revelar lo que ocurría en los entresijos de la gastronomía. Lo bueno y lo malo. Primero con libros determinantes como Confesiones de un Chef (Kitchen Confidential), y Malos Tragos (The Nasty Bits); y después con programas de TV como No Reservations y Parts Unknown, Bourdain asumió la misión de desmitificar la cocina, tanto la tradicional que sirven en mercados, como la que lucha por estrellas Michelin.
La inesperada muerte del chef y rockstar de la gastronomía dolió porque Bourdain parecía estar en la cima del mundo, con acceso a personas tan importantes como Barack Obama, Francis Ford Coppola o Iggy Pop. Por lo mismo, tras la noticia de su suicidio, se abrió una conversación (que aún no termina) sobre la importancia de detectar casos de depresión en seres queridos.
En Kitchen Confidential, Bourdain narra un episodio de su vida a los nueve años, cuando él y su familia hacen un viaje familiar a Europa. Ahí, tras días de consentir a su paladar quisquilloso, sus padres lo dejan encerrado con su hermano en el auto, en la entrada del célebre restaurante La Pyramide. Y por puro despecho, cuenta, se anima a probar más y más platillos, incluida la ostra por la que decidió convertirse en chef.
A siete años de su muerte, sobra decir que su obra, y su persona, ha sido la ostra de varias personas, que se han animado a probar, viajar, degustar, disfrutar y cocinar gracias a él. Por eso, y por lo mucho que aún duele su partida, Gastrolab recuerda a Anthony Bourdain. Que su sazón y sus descubrimientos vivan por siempre.