El legado culinario de Maricú comenzó en los años 70 en Monterrey, Nuevo León. En un panorama donde las pastelerías no tenían cabida, la familia Ortiz Llaguno apostó por iniciar un proyecto que hoy continúa rindiendo frutos, ahora entre las nuevas generaciones.
En aquel entonces Maricú Ortiz tenía 16 años y, aunque disfrutaba mucho de comer y preparar pasteles, encontró en este oficio una oportunidad de negocio.
“Mi madre Maricú Llaguno es muy conocida en Monterrey. Es una excelente cocinera, y una gran persona; por eso decidimos bautizar nuestro primer proyecto con su nombre: Pastelería Maricú. Y así comenzó la historia”, cuenta Maricú Ortiz, en entrevista
con Gastrolab.
Abre sus alas
La pasión de Maricú por la pastelería la llevó a profesionalizar sus conocimientos en París, Francia.
“Llegó el momento de decidir qué carrera estudiar y fue cuando viajé a Francia para perfeccionar mi conocimiento. Tuve mi primer contacto con la pastelería francesa profesional y, sonará muy cursi, pero me enamoré del oficio”.
Al volver a México decidió abrir su proyecto, ahora en la capital del país, en la colonia Del Valle. Aunque inicialmente este lugar sólo funcionaba como pastelería, la gente comenzó a sugerirle que impartiera clases.
Animada por la buena recepción de sus clientes, y con una bebé en puerta, Maricú Ortiz inició con sus primeros cursos de cocina.
"Era un momento en el que tenía que tomar decisiones: dedicarme a mi familia o trabajar, y la docencia era muy fácil de controlar en cuestión de horarios. Quería disfrutar a mi bebé y pasar tiempo con ella. Tomé la decisión de vender la pastelería y me quedé únicamente con la escuela y la impartición de un diplomado profesional que hoy en día continúa llevándose a cabo", añade.
Un nuevo comienzo
El Centro de Artes Culinarias Maricú inició sus cimientos en la colonia Pedregal. El éxito de este proyecto, la obligó a expandirse a otras latitudes, y fue cuando abrió su segunda escuela en la colonia Lomas de Chapultepec, en la CDMX.
Además de panadería y repostería francesa, Maricú es pionera en la impartición de clases con chefs internacionales. Por sus aulas han transitado chefs como Amaury Guichon y Cédric Grolet.
A las operaciones también se sumó el talento de su hija Maricú Sánchez Magallán Ortiz, quien a pesar de no dedicarse al mundo de la gastronomía, ha logrado enriquecer el negocio familiar con sus habilidades administrativas.
"Estudié Hotelería en la universidad Iberoamericana, convencida de que no me quería dedicar a la gastronomía; sin embargo, en los últimos semestres de la licenciatura, mi mamá sacó su libro de cocina y me introduje al negocio con las pruebas de recetas, la revisión de fotografías y de todos los detalles. Cuando acabé la carrera, me quedé tiempo completo en el proyecto", cuenta, por su parte, Maricú Sánchez.
Su hija llegó a inyectar una dosis de energía. Gracias a sus aportaciones, el Centro de Artes Culinarias Maricú logró sortear las adversidades económicas durante la pandemia por Covid-19 con la impartición de clases en línea. Además, lograron fortalecer las redes sociales, captar nuevos clientes, y sobre todo, organizar la parte financiera.
"Mi función está dirigida a la parte administrativa. Trabajo en la planeación de cursos, de la mano de mi mamá. Son recetas que mi mamá tiene desde hace muchísimo tiempo, pero las hemos transformado y actualizado. Siempre estoy impulsando y empujando a hacer las cosas, de mejor manera", añade Sánchez Magallán.