En 2025, Cataluña se convierte oficialmente en Región Mundial de la Gastronomía, la distinción, otorgada por el Instituto Internacional de Gastronomía, Cultura, Arte y Turismo, es el resultado de siglos de cultura culinaria, de un territorio que ha sabido preservar su identidad mientras lideraba la vanguardia mundial de los fogones. Comer en Cataluña no es sólo un acto nutritivo, es una forma de conocer la tierra, su historia y su gente.
Para entender la cocina catalana hay que comenzar por su memoria. Los primeros recetarios catalanes datan del siglo XIV. Llibre de Sent Soví, un manuscrito medieval, ya recogía técnicas y platos que revelan una cocina compleja, refinada, con raíces mediterráneas. Más tarde, el Llibre del Coch, del siglo XVI, confirma una cocina noble, sofisticada, con productos de proximidad y recetas que, en muchas casas, aún se preparan. Pero no hay que equivocarse: si la gastronomía catalana ha perdurado y evolucionado, ha sido por su capacidad de vivir tanto en las cocinas humildes como en las grandes mesas.
La designación de Cataluña como Región Mundial de la Gastronomía se ha construido con esfuerzo colectivo; el proyecto fue impulsado por la Fundación Instituto Catalán de la Cocina y la Cultura Gastronómica, con el respaldo de instituciones públicas, consejos comarcales, cámaras de comercio y más de 80 entidades del sector agroalimentario. Se premia no sólo la calidad de su cocina, sino también su compromiso con la sostenibilidad, la educación alimentaria, el producto local y el turismo responsable.
¿Y qué es la cocina catalana?
Es un delicado equilibrio entre mar y montaña, entre la tradición rural y la innovación cosmopolita. Es el pa amb tomàquet bien frotado, la escalivada de verduras asadas con aceite virgen, el suquet de peix cocido lentamente en caldero de hierro, o la escudella i carn d’olla, que en invierno calienta más que cualquier calefacción. Es el sabor tostado de los calçots asados al fuego, la rusticidad de una buena butifarra amb seques, el dulzor terroso de una crema catalana.
Denominaciones de Origen
Cataluña presume de más de veinte Denominaciones de Origen protegidas, entre ellas el aceite de Siurana, los vinos de Priorat, Penedès, Empordà o Costers del Segre, y productos como la pera de Lleida o el arroz del Delta de l’Ebre. El cava, espumoso local, ha sabido abrirse al mundo sin perder su esencia, cada copa cuenta la historia del suelo, del clima y las manos que lo trabajan.
Ninguna región ha influido tanto en la gastronomía moderna como Cataluña. Ferran Adrià revolucionó la cocina mundial desde Cala Montjoi con elBulli. Los hermanos Roca, con su Celler de Can Roca, en Girona, llevaron el relato culinario a nuevas alturas. Pero la excelencia no se limita a ellos: en los mercados y restaurantes familiares hay una constelación de cocineros, productores y artesanos que mantienen viva esta cocina.
A lo largo del año, Cataluña despliega un calendario de actividades que invitan a sumergirse en su cultura gastronómica. Pueden visitar exposiciones como Ensenyar les cartes en el Palau Robert de Barcelona (hasta junio), o asistir al segundo Encuentro Gastronómico de Girona, en mayo. El gran picnic popular en Lleida es un momento estelar del año, que une territorio y ciudadanía alrededor de una misma mesa.