Aunque en México disfrutamos platillos como la capirotada, España cuenta con una rica tradición de postres conventuales que se remontan a la época medieval, cuando la abstinencia de carne llevó a monjes y monjas a idear deliciosas recetas que equilibraran la austeridad cuaresmal.
Estos dulces españoles, elaborados en conventos y monasterios, son verdaderas joyas gastronómicas cargadas de historia y significado. La razón antropológica detrás del consumo de estos postres en conventos se relaciona con la creatividad de las monjas para aprovechar ingredientes básicos como huevos, harina, azúcar y especias. Estos ingredientes sencillos, transformados en deliciosas recetas, simbolizan el consuelo, la alegría y la renovación espiritual durante la Semana Santa.
Desde el punto de vista económico, la venta de estos dulces es vital para las comunidades religiosas españolas, ya que les permite sostener sus actividades cotidianas y contribuye al desarrollo económico local. En España existen aproximadamente 25,531 religiosas distribuidas en más de 3,000 comunidades, muchas de las cuales elaboran y comercializan estos postres, especialmente durante la Cuaresma y la Semana Santa, generando ingresos significativos para mantener sus comunidades y sus obras sociales.
Entre estos postres destaca especialmente la famosa torrija, muy parecida a la capirotada mexicana, hecha con pan remojado en leche con canela, rebozada en huevo y suavemente frita. En Sevilla, particularmente en el Convento de Santa Clara, esta receta se ha convertido en una fuente importante de ingresos y tradición.
También en Sevilla se encuentran los deliciosos pestiños del Monasterio de San Leandro, cuya elaboración artesanal mantiene económicamente activa a su comunidad religiosa. Más al sur, en Granada, puedes animarte a preparar los ligeros buñuelos de viento, dulces que simbolizan la espiritualidad y que son muy populares en toda España.
En Úbeda, Jaén, están los roscos fritos del Convento de Santa Clara, cuyo toque cítrico recuerda sabores familiares para el paladar mexicano. Toledo ofrece las flores manchegas del Convento de Santa Isabel y los huesos de santo del Monasterio de San Clemente, postres que reflejan la identidad cultural e histórica de la antigua ciudad imperial española.
Por su parte, la leche frita del Convento de Santa Clara en Valladolid recuerda a ciertos postres cremosos mexicanos y ha sido una importante fuente de sustento para esta comunidad religiosa. En Madrid, los bartolillos rellenos de crema pastelera del Convento de las Descalzas Reales continúan una tradición culinaria popularizada por un pastelero llamado Bartolo.
Cataluña aporta las coloridas monas de Pascua elaboradas en el Monasterio de Sant Benet de Montserrat, que evocan recuerdos familiares de infancia y felicidad. Finalmente, en Ávila, las icónicas Yemas de Santa Teresa, que guardan una estrecha relación con la figura mística de la santa, son esenciales para sostener económicamente al Convento de Santa Teresa.
Al compartir estas recetas y secretos contigo desde España hasta México, esperamos que puedas disfrutar no solo del sabor excepcional de estos dulces, sino también descubrir su profundo valor histórico, antropológico y económico, uniendo así dos culturas hermanas en una deliciosa tradición.