Hablar con el escritor y periodista Juan Villoro siempre resulta interesante. En múltiples libros, periódicos y revistas, sus textos se extienden por diversos territorios y la gastronomía ocupa también un espacio en el mapa de su prosa.
En su libro, La figura del mundo, Juan incluye la anécdota de cómo su padre, el filósofo Luis Villoro, incursionó en el mundo de las taquerías junto al ingeniero Heberto Castillo, buscando obtener recursos para el entonces naciente Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), a mediados de los años 70.

“Tenían la idea de que los mexicanos nunca iban a dejar de comer tacos por lo que, vender algo tan popular, sería redituable para su proyecto político y les parecía un negocio seguro, hasta que sobrevino un conflicto ideológico que expresó las distintas maneras de entender los tacos en México”, cuenta Villoro.
Heberto Castillo había conocido a un grupo de expertos en tacos de guisado en la cárcel de Lecumberri. El talento de aquellos hombres se convirtió en la fuerza de trabajo para emprender el negocio que durante años sostuvo el PMT. Entonces, recuerda Villoro, “mi padre se quedó pensando, como si estuviera ante un enigma filosófico, y se atrevió a decir ‘estos tacos me parecen demasiado heterodoxos’. Y Heberto le contestó muy naturalmente: ‘si vamos a hacer la taquería del hombre nuevo, ésta debe ser revolucionaria ¡Tiene que cambiar el apetito de los pueblos!’ ”.

Tres años duró la aventura hasta que finalmente quebró aquel lugar llamado La Casita, en un local donde hoy aún existe una taquería llamada El Hostal de los Quesos, que prospera con tacos conservadores de bistec y quesos fundidos. Ya no son aquellos tacos revolucionarios.
Puede decirse entonces que tu relación con los tacos es algo familiar, incluso existe el rumor de que tú eres dueño de una taquería.
“No, yo no, para nada… pero sí hay otra anécdota familiar de cuando mi hermana se casó y tuvo una taquería para desvelados que abría hasta las tres de la mañana, donde llegaban las patrullas por sus tacos a cambio de brindar protección”.
"Era un negocio muy demandante que traspasó muy pronto; este lugar aún existe, se llama el Rey del Taco y está en una esquina donde se come de pie sobre la acera, junto a todos los humos de la calle, pero hay que decir que la comida urbana es así, porque un mexicano se echa un taco donde puede”, dice el escritor.
El periodista se destaca también por sus aproximaciones literarias a la cocina.
“Sí, me gusta mucho escribir sobre estos temas, hice una crónica del restaurante Don Chon, donde el Chef Fortino Rojas te daba de comer carne de león; escribí el prólogo para un libro del Restaurante El Cardenal, en fin, sí he escrito sobre cocina, pero desde la perspectiva de alguien que no es cocinero, ni empresario, sólo soy un testigo de la importancia y la variedad de la comida en México, porque se escribe mucho de los estados más obvios, pero aún existen regiones secretas que se conocen poco, como la cocina de Tabasco, la de Nayarit o la del Estado México, por mencionar solo algunas”, añade.