Durante cuatro décadas, Ferrán Adrià absorbió conocimiento de diversas cocinas del mundo y aportó recetas innovadoras hasta convertirse en un referente de la cocina internacional. Ahora, su misión es compartir toda esa sabiduría a nivel universitario, mediante su proyecto Madrid Culinary Campus (MACC).
“Son 44 años ya, más de 250 proyectos. Si no se explican cronológicamente, se vuelve un lío. Mi gran problema es explicar en una síntesis, cómo he llegado a lo que hoy estoy haciendo. Como estudiante normalito no me gustaba cocinar, ni comer y ahora estoy trabajando en una universidad gastronómica en Madrid (MACC), que va a ser una maravilla. Estamos trabajando en un plan de estudios”, explica en entrevista con El Heraldo de México.
En 2008, el chef de origen español, impulsó la creación del primer curso de Ciencia y Cocina en la Universidad de Harvard, que cambió el paradigma de la gastronomía de alto nivel. Con modestia señala que todo ha sido un conglomerado de vínculos entre personajes que han enriquecido su visión y su experiencia de vida.
“Al final, es haber conocido a gente muy interesante, hacer proyectos muy interesantes. Pasármelo lo mejor posible, entendiendo que para hacer este tipo de cosas hace falta un esfuerzo fuera de lo normal. Si quieres hacer cosas extraordinarias no las puedes hacer trabajando ocho horas. Con constancia. Intentando pasármelo bien en cada momento de estos 44 años”.
Talento inesperado
Durante su primera visita a Guadalajara, en el marco de la Feria Internacional del Libro, Ferran Adriá recuerda que ni en su niñez, ni adolescencia pisó una cocina, debido a la cultura machista que imperaba hace unas décadas en Europa.
“En España éramos mucho más machistas que ahora, que aún somos, antes te decían: ‘¡no entres a la cocina, que no es cosa de hombres!’. Estoy hablando del año 1970 en España, yo no pisaba una cocina porque no me tocaba. La primera cocina que trabajo es cuando decidí buscarme un trabajo para pagarme unas vacaciones en Ibiza, era lavaplatos. Sin ningún interés y sin ninguna conciencia de que esto se iba a convertir después, no en mi profesión, ¡en mi vida!”.
Al cuestionarle cuál es su sabor predilecto, responde: “Al final, el lujo es lo que te apetece en cada momento Es verdad que los productos del mar, el marisco, me gusta mucho.”. Al visitar la capital tapatía se dijo deseoso de deleitar su paladar con “un buen tequila, un buen mezcal y no lo cambio por nada”.
El restaurante El Bulli, en España, lo llevó a la cima del mundo de la gastronomía, pero ahora se ha transformado en una fundación culinaria.
“La trayectoria es muy extraña porque llegué a El Bulli en 1984, que ya era uno de los mejores restaurantes de España. Ahí está toda una trayectoria, donde de una manera muy ‘naive’ (ingenua) porque no había una estrategia, sobre todo al principio, se consigue hacer de El Bulli, un lugar que cambia el paradigma de la gastronomía en el mundo. Son palabras mayores. ¿Y por qué cerramos? Porque nuestra misión era buscar los límites que había en una experiencia gastronómica, gente en una mesa a nivel físico y mental ¿cuál es el límite? Esto hacía que abriéramos caminos”.
Cuando el equipo encabezado por Ferran Adriá ya no encontró más caminos que abrir, tomó la decisión de cerrar El Bulli y se enfocó en trabajar en la Fundación con diversos proyectos gastronómicos, hace 14 años. “Lo importante en cualquier profesión, es que tus colegas reconozcan tu trabajo”. Cada momento ha tenido su magia, hoy su trayectoria es una cadena entrelazada con trabajo, innovaciones, logros y recuerdos.
“El Bulli para mí fue y es (suspira), al final era una marca que aglutinaba muchas cosas, la más importante y que la mayoría conocía era el restaurante, pero teníamos una editorial. Una Feria del Libro: El Bulli-books. Era una forma de entender la vida, El Bulli, se basaba en tener grandes retos y pasarlo bien, lo mejor posible en hacerlo”, concluye.
-Con información de Adriana Luna