Vino

Vinos y libros: El vino y las bibliotecas marcan los tiempos de una vida

Los textos son pasaje permanente a otras historias, otras épocas. Además, los caprichos solares dan al vino un signo astral
viernes, 20 de mayo de 2022 · 02:20

No usaré la muletilla “desde que tengo uso de razón”, porque alguien podría argumentar que eso nunca sucedió. Así que lo diré con sencillez: desde que aprendí a leer, viví entre libros. Las ediciones se acumularon primero en una biblioteca que subrepticiamente fui incautando a mis padres y donde, en consecuencia, vivían en alegre promiscuidad: Emilio Salgari, Julio Verne y los cuadernos de la asociación de psicoanálisis en la que, muy pionera, mi madre tomaba clases y cuyos casos (la señora N, el señor E) yo devoraba a esa edad como inducciones tempranas al erotismo.

Con el vino la relación fue igualmente temprana, pero nada intelectual al inicio. La síntesis cuajó más tarde, cuando el vino me interesó no solo para beberlo, sino por el mundo de poesía que parecía descerrajar (encenderé los ojos de tu mujer dichosa le proclamó a Baudelaire).

Desde entonces vino y literatura permanecieron unidos en mi vida. Por eso me emociona cuando encuentro autores (escritores, enólogos) que honran esa relación. Y  por eso en el libro que acabo de terminar sobre vinos de Guanajuato (estará impreso en un par de semanas), busqué incluir citas de autores que describen, con entrañable expresión literaria, el encuentro del vino y los sentidos.

IRREDUCTIBLE NATURALEZA
Sin la geografía y la topografía resulta incomprensible la viticultura; sin la historia, no tiene contenido; sin viajes, resulta irreal, dice por ejemplo Hugh Johnson. Jancis Robinson hace estado del vino, en un pasaje, como cimiento entre la constante, irreductible Naturaleza y las mercuriales, rebeldes criaturas que buscan capturarla en una copa. Y el enólogo Emile Peynaud afirma que el vino le debe a los caprichos solares mucho de su naturaleza, es su manera —escribe con gracia— de tener un signo astral.

 Son textos que, como en la poesía, recurren a la intuición del lector para transmitirle algo que no es evidente: la tierra, el sol, las lluvias, el frío, el calor, los seres humanos, los racimos de uva y el resultado de todo esto, o sea el vino, están unidos por la naturaleza y la naturaleza del placer, humano, milenario, contemporáneo.

VIÑAS Y BODEGAS DE GUANAJUATO

Reencontré y utilicé mi biblioteca, extraviada algunos años por razones que no vienen el caso, mientras terminaba Viñas y bodegas de Guanajuato, Tierra de vinos. Reanudé así lecturas con libros que me acompañaron desde hace tres décadas: una edición trajinada de 1990 del Wine Course de la Academie du Vin (increíble compendio de lecciones), El vino y los días de Èmile Peynaud, Vintner’s Art de hugh Johnson y James Halliday, Diccionario amoroso del vino, de Bernard Pivot y muchos otros que ahora puedo hojear con total dicha.

El vino, tanto como una biblioteca, marcan tiempos de vida. Soy más coleccionista de libros que de vinos porque desconfío de que el mañana traiga más placeres que el aquí y ahora. A diferencia de esos libros que ahora tengo a mano, y que son el pasaje permanente a otras historias, otras épocas.

GUSTOS VINÍCOLAS
El vino me interesó no solo para beberlo, sino por el mundo de poesía que parecía descerrajar.

REALIDAD
Vino y literatura
permanecieron unidos en mi vida.

CAUTIVADOR
Me emociona cuando encuentro autores (escritores, enólogos) que honran la relación vino y literatura.

PRIMICIA
Pronto saldrá al mercado el libro que acabo de terminar Viñas y bodegas de Guanajuato, donde hay citas de autores que describen, con entrañable expresión literaria, el encuentro del vino y los sentidos.

CONFESIÓN
Soy más coleccionista de libros que de vinos.