Sobre vinos

Vinos, ¿con corcho o tapa rosca? El vino sin ceremonia

Agradezco el tapa rosca. Este tipo de cierre es más hermético que el corcho y va muy bien con vinos que no necesitan una evolución aeróbica, es decir con oxígeno
viernes, 15 de abril de 2022 · 02:00

Siempre sucede que alguien me presente como sommelier. Puesto que estoy en contra de la usurpación de títulos, aclaro: no lo soy. La palabra se ha vuelto popular y casi sinónimo de conocedor por un silogismo pies de barro: el sommelier es un conocedor de vinos, fulanito conoce algo de vinos, ergo es sommelier.  

Para serlo debería saber más acerca del servicio, del cual sólo sé, afortunadamente, destapar las botellas. Catarlas y/o beberlas también, claro está. Debería conocer más del funcionamiento del restaurante y apenas sé distinguir a un mesero de un garrotero y esto porque, warning: si le pides la comida a la persona equivocada, lo más probable es que no llegue. 

Tal vez por eso, y regresando al tema de destapar botellas, agradezco el screw cap o tapa rosca. Hace algunos años, durante un viaje a Nueva Zelanda, un productor de vinos me propuso una prueba decisiva: un Sauvignon Blanc de su bodega, con tres años de vida, misma cosecha, misma partida, uno con tapón de corcho y el otro con tapa rosca. Los aromas del segundo estaban como apenas embotellado.  

Y es que este tipo de cierre es más hermético que el corcho, de manera que va muy bien con vinos que no necesitan una evolución aeróbica, es decir con oxígeno (otra misteriosa investigación en curso es la evolución del vino anaeróbica, que sí existe).  

Recordé aquella prueba estos días, pues encontré en mi monumental cava (en calidad, porque en cantidad no pinta) una botella de un Chardonnay de Sonoma, el Etesian de la bodega Gloria Ferrer, cosecha 2016, es decir, un blanco con casi seis años y tapa rosca (por lo visto esta bodega los expide también con corcho). Lo enfrié un momento y liberado de toda ceremonia e instrumento, lo destapé (no lo “descorché”) con un suave movimiento giratorio de la mano.  

Desde el color en adelante, todo denotaba vitalidad: oro pálido, brillante, aromas intensos de cítricos y piña, tostados suaves de lías y un ligero acento de madera, buena acidez y un gran equilibrio en boca. Resumiendo: las bondades del vino resaltadas por un cierre que lo mantuvo a salvo del tiempo. 

He probado también el Attitude de Pascal Jolivet, un Sauvignon Blanc de la Loira con cierre de tapa rosca con similar resultado. Es cierto que, regresando al tema de la sommelería, el cliente del restaurante puede sentirse huérfano de ceremonia sin el pausado gesto que desviste a la botella de cápsula y corcho.  

Y sí: mucho de lo que sucede alrededor del vino está poblado de mitos y ceremonias. Es una bebida legendaria y, por tanto, se lo merece. Pero al mismo tiempo nunca estuvo apartado de la modernidad, tanto en los métodos de elaboración como en el empaque o en el diseño de las etiquetas.  

El corcho tiene una historia de siglos y seguirá vigente en gran cantidad de vinos, pero para ese de todos los días que hasta podemos beber por partes y guardar entretanto en el refri, la tapa rosca es un gran invento.

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