Hierbas: Poder ancestral y conocimiento heredado a través de nuestras comunidades

“Como no tenía dinero, con lo que alimentaba a mis hijas era con salsa martajada, tortillas y una pelotita de quelites. Si alguien se enfermaba tampoco tenía para llevarlas al doctor, preguntaba a las señoras ya grandes y con eso las curaba, iba al cerro, cortaba hierbas y con eso”, así platica Juana Casimiro Alcántara, mujer mazahua de 82 años.  

Juana, quien antes de los 30 perdió a su esposo en un accidente, se hizo responsable de sus nueve hijos. Es gracias al conocimiento heredado que le dejó su madre y a que conocía a las mujeres mayores de su comunidad y acerca de las plantas que hay que usar para curar desde un resfriado, hasta heridas, que pudo cuidar a sus hijos.  

Algunas de las hierbas que nos menciona Juana son: borraja, para problemas respiratorios; ortiga, para el dolor de estómago; de los tres toronjiles, para el estrés; palo de Brasil, para el dolor de cabeza; pericón como tranquilizante; diente de león, para problemas de estreñimiento, bilis y reumas; pelos del maíz, para problemas urinarios; sábila, para desinflamar; aguamiel, para los pulmones; muicle, para elevar las plaquetas. 

Así como ella, en la comunidad mazahua, hay muchas mujeres que tienen un amplio conocimiento de las hierbas de su zona que, si no hay dinero para comprar medicinas o alimentos, ellas alimentan y curan.  

Este conocimiento heredado y a la vez empírico muchas veces no se valora y comienza a caer en desuso. Es tan amplio este conocimiento que también gracias a él podían conocer los tiempos de siembra según el clima; con tan sólo observar el cielo podían saber si iba a llover por la forma de las nubes, corrientes del aire y color… esa sensibilidad al observar. 

Gracias también a estos saberes, las comunidades tenían una filosofía de sustentabilidad. Hierbas que funcionaban como jabón y la utilización de pigmentos naturales como lo hace Pastora en Oaxaca; ella pigmenta lana con grana cochinilla, granada, flor de cempasúchil y muchos más colores, todos de origen natural y que no contaminan. 

También la costumbre de tener gallinas, animales con ellos se cumple todo un ciclo, ya que la lama de los animales se utiliza como abono para la tierra, obtienen vegetales de la milpa, se utiliza el agua de la lluvia, para la siembra. 

Estos conocimientos generan vida e identidad en las nuevas generaciones al transmitir estos saberes. Compartir el saber indígena es un deber y un derecho de las nuevas generaciones. Desafortunadamente es algo que estamos olvidando. 

Cada vez que tenemos oportunidad de viajar y de conocer una comunidad, te das cuenta cómo las personas mayores tienen todos estos recuerdos, experiencias, las cuales han formado este conocimiento y que se van perdiendo entre las nuevas generaciones. 

Se enaltece siempre la importancia cultural de los pueblos indígenas y cuando escuchamos que se reconoce algo a nivel internacional nos enorgullecemos como si fuéramos ellos, cuando realmente cuántas veces se ha subestimado, no sólo su conocimiento adquirido a través de generaciones, tanto alimentario como medicinal, sino hasta su forma de hablar.