Personalidades

Maximiliano, el antojadizo: los gustos gastronómicos del emperador mexicano

Maximiliano gustaba de los gusanos de maguey al tiempo que su cava resguardó las primeras botellas de champaña rosada
viernes, 3 de diciembre de 2021 · 02:10

Le preparaban platillos franceses con un toque de la cocina vienesa, acompañados de diversos vinos, incluida la champaña (fue probablemente el introductor de la champaña rosada a México, importada a estratosféricos precios para surtir la cava de la Casa Imperial). Las charlas en la mesa se realizaban en español, y al anfitrión le gustaba mucho “oír durante la comida anécdotas, cuentos picantes y aventuras sobre todo si se relacionaban con alguno o algunos de los comensales”; además, resultó ser supersticioso al no poder empezar a comer con 13 personas reunidas a la mesa.

Así eran los gustos, modales y manías de Maximiliano de Habsburgo, consignadas por José Luis Blasio, su secretario particular, quien las reuniría en Maximiliano íntimo, sus memorias publicadas casi cuatro décadas después del desventurado final del segundo emperador mexicano, frente a un pelotón de fusilamiento en el Cerro de las Campanas, acompañado de los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.

Terminada la comida, Maximiliano solía pasar al salón de fumadores con quienes compartierá los alimentos, servidos a las cuatro de la tarde acorde al riguroso protocolo establecido, para conversar de pie mientras disfrutaba un habano, mismo que al terminarlo le hacía retirarse a dar un pequeño paseo antes de dormir, al tiempo expresar una frase que llegó a ser característica de su persona: “Diré adiós a los señores”.

Gracias a Paula Kolonitz, una aristócrata austriaca integrante del séquito imperial, puede inferirse que Maximiliano y Carlota probaron por primera vez las tortillas el 28 de mayo de 1864 —descritas en Un viaje a México en 1864 como insípidas, blandas, grandes como un plato y elaboradas con “harina de maíz”—, durante un desayuno ofrecido en la estación Soledad, a pocos kilómetros del puerto de Veracruz, donde desembarcaron el mismo día de la Novara, la misma fragata que tres años después repatriaría a Europa el embalsamado cuerpo del emperador.

Sus gustos no desdeñaron delicias locales como los gusanos de maguey, mismos que consumía “con la misma satisfacción que un pez tragando una lombriz”, esto en palabras de Ludovic Chambon rescatadas por Jorge García-Robles para su anecdotario gastronómico del siglo XIX. “No gracias. Yo no como eso”, fue la cortante respuesta del remilgoso galeno francés a la invitación del goloso Maximiliano a compartir sus insectos. “¿Pero por qué? Yo los como”, insistiría animoso, para recibir una contestación que le arrancó la risa: “Quizás, pero usted es un cochino”.

Curiosidades

Todas las personas que atendían el comedor del Castillo de Chapultepec vestían de charro con pantalón negro, botonadura de plata, chaquetas y sombrero jarano.

Salvador Novo rescata un menú servido en Palacio Nacional, en 1865, que incluyó estómagos de aves a la Perigueux, costillas de cordero con espárragos y pavos trufados.

Fernando del Paso, consigna en Noticia del Imperio los últimos alimentos de Maximiliano, consumidos durante la madrugada del 19 de junio de 1867: carne, café, pan y media botella de vino tinto.

Josef Tüdöz, cocinero del emperador, fue el único europeo que siguió al carruaje que transportó al emperador hasta el Cerro de las Campanas, para fusilarlo.

La cava imperial, con más de siete mil seiscientas botellas, fueron subastadas por el gobierno juarista a finales de 1867 —consigna Ciro B. Ceballos—, adjudicándoselas un hombre apellidado Wondracek, quien luego abriría una taberna sobre la calle de Isabel la Católica, en la ciudad de México, llamada Salón Wondracek.

POR ARTURO REYES FRAGOSO

(@BitacoradeMelindres)