Gastronomía

Tradición viva: Mandoka nos comparte sus historias en torno a la festividad del Día de Muertos

Montar el altar de día de muertos es uno de los actos más amorosos e íntimos que pueda existir en nuestro país
viernes, 29 de octubre de 2021 · 02:45

En Día de Muertos cada familia cuenta, a través de sus altares, historias muy personales alrededor de los platos que se sirven en sus ofrendas; es uno de los actos más amorosos e íntimos que puedan existir.  Maripao Núñez Daboin, creadora de Mandoka Placeres Culinarios (@Mandoka_) nos relata tres historias en torno a esta festividad.

ESQUITES

Las tardes de noviembre que recuerdo de mi infancia se desarrollan en un espacio con muchas sombras y el olor a mueble viejo en casa de mi tía Pancha. Parte del encanto de visitarla en día de muertos era la intriga que nos provocaba su persona: siempre bajaba con su vestido de encaje, uñas largas y flores en la cabeza. Su mirada era profunda y ya era tradición que nos sentará a todos los primos en la sala, nos diera nuestra calaverita y nuestro vasito de esquite, y comenzará a contarnos con voz ronca todas las leyendas del Día de Muertos —las cuales luego confesaría que eran producto de su imaginación—. 

Se encerraba en la cocina para preparar los famosos esquites y nunca se sabía precisamente qué hacía en esos momentos de intimidad culinaria; pues cerraba con candados y bajaba las persianas argumentando que no le gustaba cocinar con niños…dejando a nuestros cuerpos infantiles con la imaginación y la curiosidad alteradas.

FOTOS: YADIN XOLALPA 

 

¿Qué les pondría a esos esquites? ¿Será que los espíritus de sus leyendas la ayudan en el proceso? Con el tiempo, entendimos que nunca nos compartiría lo que sucedía detrás de esas puertas, por lo que bautizamos a dicho ritual como el "misterio de los esquites".

Ya ha pasado un tiempo y ahora soy yo quien tiene dos hijos y ocho sobrinos corriendo de acá para allá. Soy yo la responsable de vestirme de catrina, decorar la casa, montar el altar de muertos y encerrarme en la cocina para preparar las delicias en honor a mis difuntos familiares.

Frente a la foto de la tía Pancha siempre pongo esquites.

Y aunque nunca logramos revelar los misterios que hacía en la cocina, la receta logra transportarme a esas tardes de noviembre. 

ADOBO ALMENDRADO

“Frente a la foto de mi abuelo ‘el de la casa grande’ debería ir el cerdo en salsa verde que tanto le gustaba.” —Eso me decía mi hermana Lupita porque nunca dejó esa costumbre irritable de entrometerse en asuntos ajenos. Pero yo no me dejo… el altar de muertos de una casa suele tener una carga emocional y por ende se debe dejar en manos de quien lo monte: es un ritual íntimo, personal y cada quién tiene su manera de honrar a los que ya se fueron. A mí me gusta honrarlos con un deleite sensorial y culinario. Y me gusta que en mi altar se trate a cada difunto de manera personal: recuerdo que mi tía Pancha nos consentía con esquites cuando éramos niños, prepararé unos en su honor… y lo mismo con mi abuelo ‘el de la casa grande’.

Recuerdo que a él le encantaba el adobo almendrado que preparaba mi abuela. Cada que se asomaban los aromas a chiles secos y a almendra tostada por la cocina, le brillaban los ojos y se le olvidaba que debía mantener esa máscara de firmeza que caracterizaba su rostro de viejito cascarrabias, ese que lo hacía sentir como un “macho que se respeta”. Se perdía en el deleite que le provocaba la cocina de su esposa y eso me encanta. Por eso este es el plato que le preparo, porque me recuerda las contadas veces que mi abuelo suavizó la mirada ante la satisfacción de un gran placer culinario.

Bolitas de nuez

Mi prima Cata y yo jugábamos de chiquitas a la guerra de bolas de arena. En México nunca fue fácil encontrar nieve por lo que cuando íbamos a la playa formábamos bolitas de arena y pasábamos la tarde jugando frente al mar.

Mi prima Cata descubrió el bulto en su pecho cuando tenía 15 años. A su velorio fuimos mi tía Pancha, mi abuelo 'el de la casa grande' y todos los primos que escuchaban las leyendas.

Cata se fue muy temprano como para desarrollar su gusto culinario, y al pensar en qué le podía cocinar para el altar… lo que pude recordar fueron las peleas de arena que tuvimos en la playa.

Hoy a Cata le cocino bolitas de nuez, porque, aunque no recuerdo con certeza si llegó a probarlas, cuando las muerdo y explotan como polvorón encuentro un paralelismo de texturas entre las galletas y las bolas de arena que se desbarataban con el impacto.

En fin, a pesar de que las ausencias no desaparecen poniendo un altar, este tipo de detalles son ejemplo de que la cocina tiene un poder especial, casi poético, de representar de manera abstracta lo que sentimos por alguien. Esta tradición tan especial logra recordarnos que, a través de historias, rituales y placeres culinarios, es posible sentir de cerca la presencia de los que nos dejaron en el mundo físico sin abandonar su espacio en nuestros corazones.

PASIÓN

mente creativa y paladar curioso para encontrar encanto en lo más sencillo  de la vida”.

ELEMENTOS BÁSICOS

sal:

En forma de cruz simboliza la purificación del espíritu.

Fuente de vida. Es vital para calmar su sed.

VELADORAS

Su luz se asocia con la fe y la esperanza.

163 mil followers tiene en su cuenta de instagram.

ADOBO

Receta para el abuelo,  "el de la  casa grande".

 

POR MARIA PAOLA NÚÑEZ DABOIN

MANDOKA - PLACERES CULINARIO